Page 64 - El oído chamánico
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Serie Adugo biri I 9 a esa máquina de calvario el dispositivo que permite levantar montañas o incluso el motor de una propulsión roborativa. El sufrimiento inducido por la exacerbación de los sentidos no es vano: abre las vías de un conocimiento liberador. Y es necesario para ese salir de sí que exige el poema y que tan frecuentemente se menciona en él. Por ejemplo, cuando se vincula, hasta la irrupción del grito, a la sustancia cerebral misma. En esa sinfonía de alaridos, una frase de Nierika —“Pero ¿a quién / cura Datura-Kieri / de sus carencias / fabricándole los dedos que abren los / sonidos de su cerebro?”—, halla, por supuesto, en el resto de su obra, gran número de repercusiones, como ésta: “Un cerebro aúlla / sobre una rama / escudriñado por una garra // \\\\\\\[...\\\\\\\] El cerebro está solo // Muy alto en la oscuridad / se escucha su canto de sapo” (Dios es un perro en los árboles / Dieu est un chien dans les arbres: cdii). Pasamos de los “dedos” de un terapeuta-cirujano a la “garra” de un predador fantástico, de los “sonidos” que designan neutralmente la música mental a un aullido vinculado al croar creciente de un celo imposible de reprimir. Hay un devenir-sapo del cerebro, desde el momento en que el oído chamánico viene a “escudriñar” sus circunvoluciones. Pero ese devenir-sapo no es sino una de las formas que puede adoptar la lógica metamórfica de la que está animada la experiencia peyótica (y poética). Los fragmentos, las fracturas y otros despedazamientos hacen del cuerpo entero (sistema 64