Page 54 - El oído chamánico
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Serie Adugo biri I 9 dormir al punto de ya no ser, de manera eficaz, transmisora de ecos, puede realizarse un ritual que yuxtapone al rebotar de los cantos rodados resonando en la superficie acuática, así como a los círculos concéntricos que nacen y se amplifican en cada punto de contacto, la difusión sutil de los ruidos causados por el contacto dinámico del mineral y el líquido: “La última piedra / que arrojé al lago / no parecía / una piedra / Era como / una oreja que quería / escuchar a otra oreja” (Dios es un perro en los árboles / Dieu est un chien dans les arbres: ccclxxii). ¿Cómo decir mejor hasta qué punto la entre-escucha es necesaria para que el oído chamánico alcance y sostenga su régimen a plenitud? Y si asociamos esta última fórmula —que ofrece al agua el suplemento reactivado de un órgano auditivo capaz de escuchar no sólo los sonidos sino también cómo otros los escuchan— con las dos constataciones siguientes, que presentan al recipiente de todas las formas del agua como una extraña boca, captaremos según qué necesidad la constitución, a través del mundo, de verdaderos aparatos audiofonatorios capaces de funcionar en circuitos complejos es una de las empresas mayores de una poesía marcada hasta ese punto por la experiencia chamánica: “Creí que el río hablaba muy lejos y que su voz resonaba como la montaña” (Los afiladores de cuchillos / Les aguisseurs de couteaux: 181); “Escuché a las sombras que se lavaban las manos en la saliva de las fuentes” (Los afiladores de cuchillos / Les aguisseurs de couteaux: 147). Esa inmersión del oído en las aguas tiene algo 54  


































































































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