Louis Cardaillac nació en 1933, en la pequeña ciudad de Quillan (Aude), en el seno de una familia de comerciantes. Su abuela y su madre, mujeres activas y vivaces, capitaneaban una tienda de abarrotes que aún recuerdan los quillanenses que la conocieron.
Cuando era niño las historias que le contaba su abuelo Émile avivaron su imaginación, de él heredaría el talento de narrador. Testigo de los alocados proyectos del abuelo, contaba cómo, para vender su libro La pêche à la truite –en el que, aseguraba, revelaba todos los secretos de la pesca-, salía a los pueblos vecinos con un altavoz en mano y un gran letrero colocado en toldo de su coche. El libro fue dedicado al nieto con estas amorosas palabras: “Para Louis, que sigue los pasos de su abuelo”.
A instancias de su abuela, una mujer muy religiosa, entró a estudiar en el Petit Séminaire de Castelnaudary. Eran los años de la Segunda Guerra Mundial; la comida era escasa, los inviernos rudos por la falta de combustibles y se vivía bajo el terror de los bombardeos de los aviones alemanes. Alejados de sus familias, los pequeños seminaristas extrañaban sus hogares, pero, pese a la difícil situación, Louis guardaba entrañables recuerdos del seminario y supo valorar las enseñanzas de sus maestros, adoptando para el resto de su vida la férrea disciplina de estudio que le inculcaron.