Louis Cardaillac y el sacerdote armenio Gomidass Sherbetdjian en la puerta de la Iglesia de Santiago en el barrio armenio de Jerusalén

Jerusalén, 2003

Era una noche lluviosa de diciembre de 2003 cuando nos encontramos en un taxi colectivo camino a Jerusalén desde el Aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv. Los pasajeros se iban apeando del minibús a medida que llegaban al destino que previamente habíamos comunicado al conductor. Aún éramos bastantes cuando Louis, incrédulo, insistía con un trozo de papel y una dirección que el lugar en el que estábamos parados no podía ser su destino. O bien la dirección del hotel era incorrecta o bien el conductor no era capaz de encontrarla. Sea como fuere, gracias a aquella situación, que le hizo musitar palabras en español con una mezcla de enfado y preocupación, y que le dejó a bordo del minibús sin saber muy bien a dónde dirigirse, comencé a conversar con él, sorprendido de cruzarme nada más llegar con un hispanohablante.

Me ofrecí a que viniera conmigo al Petra Hostel, alojamiento en el que tenía una reserva y en el que probaríamos si les quedaba alguna habitación libre. No era precisamente un paraíso, pero tenía una aureola melancólica y decadente muy atractiva. Y, lo más importante, tenían una habitación para mi nuevo amigo. Aquél fue el inicio de una hermosa amistad que, cada vez que he visitado Jerusalén, me ha devuelto el recuerdo de aquella primera vez en la Ciudad Santa con Louis y también su amor por el conocimiento y por no dejar nunca de sorprenderse.

Era gratificante pasear con él por las empedradas calles hierosolimitanas y sus principales focos de interés, mientras se fijaba en los detalles y me explicaba historia. Así me dio a conocer el motivo por el que había desembarcado en Jerusalén, que no era otro que documentarse y conocer las huellas del apóstol Santiago de Compostela, conocimiento y experiencia que plasmaría posteriormente en la obra Santiago, acá, allá y acuyá, de la que aún conservo con cariño un ejemplar que me obsequió. Fueron días emocionantes en los que tan pronto conversábamos con el sacerdote de origen armenio Gomidass Sherbetdjian para que Louis investigara las huellas del apóstol, como nos dirigíamos al interior del palacio presidencial de Yaser Arafat en Ramallah con el firme propósito de entrevistarlo (no lo conseguimos, pero sí entramos en la Mokata y desayunamos con sus soldados).

Vivimos buenos momentos en aquel viaje, que fue en parte iniciático y de aventura para ambos, y en el que nos apoyamos y nos ayudamos mutuamente. Cuando uno de los dos flaqueaba, física o psicológicamente, allí estaba el otro para levantarlo y continuar sembrando nuestras huellas por Jerusalén. Por ello, además de la inestimable experiencia de conocer la ciudad santa de santas, me dio la posibilidad de tratar a una persona fascinante, Louis Cardaillac, de la que siempre guardaré un recuerdo imborrable. Ahora mismo, le estoy viendo sonreír.

Aitor Vieco

Periodista

Louis Cardaillac y Aitor Vieco junto a soldados del entonces presidente de Palestina, Yaser Arafat, en el interior de la sede presidencial en Ramallah