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Este repositorio tiene el objetivo de concentrar, de manera ordenada y sistemática, los resultados de la documentación en campo de
materiales orales en todas las lenguas habladas en México: no sólo el español y las lenguas que hablan los pueblos indígenas, sino también una serie abundante de
lenguas que se hablan en el mismo territorio como resultado de distintas migraciones. Su propósito es permitir la consulta de esos materiales no sólo a especialistas
de diversas disciplinas, sino también a las distintas comunidades en las que se documentaron.
El archivo de materiales sonoros, videográficos y textuales al que se puede acceder desde esta plataforma electrónica se ha construido colectivamente.
Reúne el trabajo de muchos documentadores que, por diversos motivos, se han encargado en distintos momentos de la historia de registrar las narraciones,
los cantos, los gestos y la memoria hablada de las personas en México. Pero también es una construcción colectiva porque sin todas esas voces y todas esas
personas este material no existiría.
Fragmentos aleatorios de Actos Comunicativos
Dante: No como tío Refugio, ¿no?, que se pasó toda la Revolución escondido, ¿no?
Anastasio: Allá en La Chachalaca, con Pedro Barranco [risa de Anastasio].
Dante: ¿Y por qué era después él, coronel o general?, ¿no?
Anastasio: Pues qué, era general J. Refugio Badea.
Dante: J. Refugio Badea.
Anastasio: General. Allá pasó la Revolución. Ora pasaba, como iban a atacar a la Villa [mjm], él pasaba que unos dos o tres días buscando la gente. Ya había pasado la, la guerra.
Dante: ¿El que si fue general de ahí de Tepalcingo era Alcaide?, ¿verdad?
Anastasio: Alcaide, había hartos coronelitos áhi [mjm]. Tepetites, aquel Santiago Tenango.
Dante: también.
del acto comunicativo: Entrevista a Arturo Hernández Flores y Angelina Hernández Flores
Angelina: Porque se hablaba de un ojo de agua acá en la laguna, ¿no?, en un cerro.
Arturo: Allí en Pueni, en San… si en Pueni.
Angelina: Y según ahí también había sirenas o no sé qué, que aparecían, pero nada más ahí a un cierto tiempo y que…
Arturo: Y, que porque decían que ese, supuestamente ese ojo venía del mar [ajá], ajá, que ese ojo de agua salía del mar. Pero cómo va a venir del mar si, te digo, cómo va a venir del mar si, si, supuestamente el agua salada, la agua del mar es salada. Siéntate, hijo [si]. ¿Estabas durmiendo?
Daniel: ¿Pero si ahí había también?
Arturo: Si, había un ojo, un ojo de agua, pero, y si te digo, de eso, de eso que, que te digo, así de esa, primero se aparecía como una paloma [ajá] y al momento que agarraba la paloma y se paraba allí en la orilla del agua ya cuando miraban ya era una mujer, pero que si llegabas tú, que ya la mirabas, porque pues haz de cuenta que era una mujer ya, bonita y todo eso y que te, te, haz de cuenta que te deslumbraba por algo, entonces, haz de cuenta que tu te acercabas y ya te tocara, ya haz de cuenta que ella se salva, se libera pero ya se queda [tu, o sea, que la tocaste], si.
Angelina: Ándeles, pues.
Daniel: Desencantada está.
Arturo: Desencantado está. Ya te, ya te.
Daniel: Ya agarré todo. Gracias, tío.
Arturo: Ya cuando quise ya te agarré.
Angelina: Ya con esta. Como dice: “con ésta y hasta mañana”.
Arturo: Ya se lo quité.
del acto comunicativo: Entrevista con Gabriel Díaz Rosario, octubre 2017
Gabriel Díaz Rosario
Elizabeth Reyes Reyes
Jorge Francisco Carrasco
La siguiente leyenda igualmente la contaba mi abuela, mi bisabuela. Ella vivía igual en una casita, pero hecha de paja. Era ella muy humilde. Vivía con su pareja o su esposo, mi bisabuelo, y ella cuando él se iba a trabajar muy temprano (él era campesino) ella ponía unas tijeras cuando nació mi abuela, o sea, la hija de mi bisabuela. Como era bebé y en este tiempo se creía que venían las brujas a llevarse a los niños o a quitarles el corazón, había la creencia de que tenían que poner la ropita al revés y abajo de la almohadita del bebé, en su cuna o donde lo dormían, tenían que estar unas tijeras abiertas en cruz y que de esta manera la Bruja no podía llevarse a los bebés.
María Amalia Nolasco Vargas
Amalia: [Diálogo en purépecha]
Adela: Ah, hasta la cola va a tener [ajá].
Amalia: Estos no se tardan mucho, pero esas, este, últimas cenas se tardan dos días para hacer.
Adela: Porque tienen muchas figuras chiquitas.
Amalia: Sí, ahí en el cuarto tengo más, pero pintados, ya.
Adela: ¿Y los tiene empacados?
Amalia: No, así tengo en una mesita, mjm. Mm, este también ya mero va a estar, ya.
Adela: En un ratito van saliendo.
Amalia: Sí.
Adela: Y ya como la próxima semana quema o ¿cómo?
Amalia: Este, mañana estaba pensando pa quemarlo, ya. Pero ya como a las 11 lo voy a poner a prender, porque, este, voy a ir a, a Zamora a traer unas cosas y, este, o el sábado más seguro, ya [mjm]. Y ahorita, ¿cuánto hay, este, el pasaje para ir a México?
Adela: ¿Desde Morelia?
Amalia: Sí.
Diego: Está bien caro.
Adela: ¿570?
Amalia: ¿570?
Diego: Sí, 570 o algo así.
Amalia: Pero, este, con el, este, ¿con la mercancía o pa que uno le llevaba o cobran más?
Diego: Hasta veinte kilos puede llevar.
Amalia: ¿Sí?
Diego: Máximo.
Amalia: Oh.
Georgina: ¿Cuánto cobran en Autovías?
Adela: Como $50 menos, ¿no?
Diego: ¿Cómo?
Adela: Que el Autovías está $50 más barato. Creo hay una línea que cuesta 570 y otra que cuesta como 520 [oh, sí] y las dos llegan allá en México a Observatorio [oh], que es la que está, es la central que está más cerca de. Ah, bueno, no, de lo de artes, del museo y todo eso [oh, sí, mjm]. Bueno, tal vez Taxqueña [inaudible].
del acto comunicativo: "La música es movimiento, es acción"
Rotsel Priego Vargas
VÍCTOR: ¿Y en el DF también tocaba?
ROTSEL: En el metro, en las calles, este, por la situación de que, pues, pa qué digo quiénes, pero me quitaban mi mochila, mis pinzas, mi todo, y, este, y entonces me quedaba yo sin dinero, y pus con la guitarra nada más, y así me ponía yo a cantar, para que, pus pa sacar para comer, para pagar el hotel, para todo eso.
VÍCTOR: ¿Y cuál es la diferencia entre el público del DF y el de Morelia, en las calles, hay diferencia?
ROTSEL: Hay mucha difieriencia, porque, este, gente, eh, radicando, radicada de aquí de Morelia, exactamente de Morelia, eh, son, son muy, este, este, cuidadosos del defecto que inclina a, a, a ayudar a alguien en el aspecto, como se dijo: “a él no le des el pescado, enséñalo a pescar”. Una idea más o menos así. Egoísmo, como se llame, pero como que desde aquel tiempo, no sé exactamente ahora, pero el no hacer que creciera, eh, eh, el necesitado, eh, que muy cómodo se pusiera a pedir, y todo mundo le diera. ¿Me explico? Algo así. Y gente de allá de la Ciudad de México, hay gente como más, este, em, ¿ternura?, no, no es lástima, sino quizá compasión, y el hippie por aquellos tiempos fue que, eh, la mayoría, eh, de mujer, eh, lo apreció. Decía: “es que, pues, ¿cómo empezó el movimiento artesanal?”, de que nosotros hacíamos los collarcitos, las pulseras para nosotros, pero no faltó la señorita, muchacha, equis, que decía:
--Véndeme tu collarcito, o véndeme tu pulsera.
--No, pero cómo crees, mi pulsera es lo que yo...
--Véndemela, mira, te voy a dar tanto.
Y pus vende..:
--Sale.
Entonces:
--Oye, pus les gustan nuestras cosas.
Entonces de allí empezamos a hacer trabajos para el que quisiera apoyarnos. Ese, allá. Entonces yo me traje algo, y aquí fui muy, aquí en los portales y todo, siempre llamé la atención y fui muy querido.

